Hace muchísimos años, mucho antes de que la raza humana pusiera sus pies sobre este planeta, existían unos seres pequeños e inteligentes.
El conocimiento de la raza era transmitido en unos recintos cúbicos llamados aulas.
El proceso consistía en el estudio e investigación del mundo que los rodeaba y la posterior generación de un concepto: “Los árboles son marrones en su tronco y verdes en su copa”.
Estos conceptos eran inapelables, ya que los avalaba el rigor científico que los había generado. Eran transmitidos de boca en boca y de generación en generación, y conformaban el sistema de creencias de la especie.
Paralelamente, los seres de más corta edad (equivalente a los 5, 6 y 7 años de la raza humana) manifestaban cierta tendencia a desviarse de los criterios establecidos. Dicha desviación estaba contemplada dentro del sistema y tenia nombres como fantasía e imaginación. Y aunque esto no preocupaba demasiado (con el tiempo era corregido), no dejaba de inquietar a los mas susceptibles.
La aparente desviación ocurría por una relación muy particular de los niños (tomaremos este nombre por resultarnos mas familiar) con el mundo sensible; que, lejos de guiarse por elementos de análisis científico, era guiada por un elemento inherente al propio ser, llamado afecto.
Este elemento era el causante de las visiones fantasiosas e imaginarias, que poco coincidían con la realidad aparentemente objetiva que los seres adultos querían transmitir.
En un momento determinado, poco antes de desaparecer la raza de los Pequeños sobre la tierra, ocurrió algo inesperado. Un niño llamado EO, de unos cuatro o cinco años, pinto la imagen de un árbol azul.
Al comienzo no llamo la atención, pero cuando, con el correr del tiempo esta actitud no se corregía, sino que se agravaba incorporando a la composición cielos verdes y soles negros, el estado de alarma fue general. Y el pánico fue total cuando otros niños se animaron a expresarse libremente, plasmando su particular visión de la realidad.
Solo este hecho puso de cabeza el sistema de creencias de la raza de los Pequeños. Y a este tiempo, en homenaje a EO, se lo llamó Edad del árbol azul.
(de Crónicas de la “Edad Pequeña”. De Vincent Oak)
El conocimiento de la raza era transmitido en unos recintos cúbicos llamados aulas.
El proceso consistía en el estudio e investigación del mundo que los rodeaba y la posterior generación de un concepto: “Los árboles son marrones en su tronco y verdes en su copa”.
Estos conceptos eran inapelables, ya que los avalaba el rigor científico que los había generado. Eran transmitidos de boca en boca y de generación en generación, y conformaban el sistema de creencias de la especie.
Paralelamente, los seres de más corta edad (equivalente a los 5, 6 y 7 años de la raza humana) manifestaban cierta tendencia a desviarse de los criterios establecidos. Dicha desviación estaba contemplada dentro del sistema y tenia nombres como fantasía e imaginación. Y aunque esto no preocupaba demasiado (con el tiempo era corregido), no dejaba de inquietar a los mas susceptibles.
La aparente desviación ocurría por una relación muy particular de los niños (tomaremos este nombre por resultarnos mas familiar) con el mundo sensible; que, lejos de guiarse por elementos de análisis científico, era guiada por un elemento inherente al propio ser, llamado afecto.
Este elemento era el causante de las visiones fantasiosas e imaginarias, que poco coincidían con la realidad aparentemente objetiva que los seres adultos querían transmitir.
En un momento determinado, poco antes de desaparecer la raza de los Pequeños sobre la tierra, ocurrió algo inesperado. Un niño llamado EO, de unos cuatro o cinco años, pinto la imagen de un árbol azul.
Al comienzo no llamo la atención, pero cuando, con el correr del tiempo esta actitud no se corregía, sino que se agravaba incorporando a la composición cielos verdes y soles negros, el estado de alarma fue general. Y el pánico fue total cuando otros niños se animaron a expresarse libremente, plasmando su particular visión de la realidad.
Solo este hecho puso de cabeza el sistema de creencias de la raza de los Pequeños. Y a este tiempo, en homenaje a EO, se lo llamó Edad del árbol azul.
(de Crónicas de la “Edad Pequeña”. De Vincent Oak)